Cuentos de pymelandia III. La pyme cigarra.
A diferencia de nuestra “pyme hormiguita”, nuestra pyme cigarra nació bastante después de la transición del país a la democracia.
Su fundador, a diferencia del de nuestro cuento anterior, había crecido en su juventud en una sociedad en desarrollo llena de oportunidades, por lo que a pesar de empezar trabajando en una empresa de servicios que le garantizaba un ingreso fijo al mes, pronto descubrió que había mejores oportunidades de ganar dinero, así que cogió una representación de unos novedosos productos de uno de los países recientemente asociados y empezó a venderlos por el país con bastante éxito.
Las cosas iban bien, las ventas crecían y ganaba bastante más que en su anterior trabajo, pero seguía sin parecerle suficiente, así que consultó a un profesional cuánto podía costar fabricar esos productos en su país y se sorprendió al ver que el margen con el que trabajaban sus proveedores era muy alto.
No le parecía justo que siendo él el que vendía el producto le dieran tan poco, así que dispuesto a mejorar su situación, se fue a hablar con sus proveedores para pedirles un mejor precio del producto, comentándoles lo que le había dicho el experto consultado. Para su sorpresa, en vez de mejorarle algo su situación para contentarlo, le echaron un órdago diciéndole que si le parecía tan fácil adelante, que ellos no rebajaban su precio.
Sin duda subestimaron a nuestro joven y ambicioso protagonista, que de vuelta al país empezó a moverse para crear su propia empresa y fabricar unos productos similares a los que vendía traídos de fuera.
Una vez montada la empresa se llevó con él a sus comerciales y empezó a vender a sus clientes sus propios productos, aumentando el margen de beneficio que antes tenía.
Frente al carácter inversor de nuestro anterior protagonista, éste solo invertía lo justo para que la empresa funcionara, lanzando solo nuevos productos vistos en otras empresas que ya estaban en el mercado y que pensaba podían tener buena salida.
Sus clientes eran básicamente otras pequeñas empresas de su zona de influencia que en la época de bonanza no miraban demasiado sus gastos y compraban alegremente sus novedosos productos, bastante caros frente a otros del mercado, pero a fin de cuentas qué más daba si se vendían bien.
La entrada en la asociación económica de países fue trayendo nuevas normativas que le encarecían sus servicios. Además iba imponiendo nuevas reglamentaciones a sus productos que exigían fuertes inversiones en algunos de ellos, lo que hacía que no fueran rentables con el perfil de clientes que tenía. Aún siguiendo en el mercado, el resto de productos encarecían su coste, bajando el margen de la empresa, por lo que respondió subiendo los precios. En el peor momento se sumó la llegada de las vacas flacas.
Al principio las ventas empezaron a caer lentamente, pero después fueron acelerando su caída de forma más brusca. Sus clientes eran masacrados por múltiples factores y muchos de ellos cerraban sus puertas tras muchos años de existencia. Otros muchos de los que quedaban ahora no se podía permitir alegrías y buscaban sustitutos más económicos para sus necesidades.
Llegados a este punto, nuestra pyme cigarra se encontró en la cuerda floja y con un futuro incierto, dependiendo en gran medida de una reactivación económica que no terminaba de llegar, que impulsara de nuevo sus ventas para poder sobrevivir.
En el último capítulo, la moraleja de los cuentos…