Cuentos de pymelandia IV (y último). Moraleja.

cigarra y hormigaEn los capítulos anteriores hemos visto los extremos que considero han sido el modelo de negocio de nuestras pymes patrias. Por un lado auténticos empresarios que partiendo prácticamente de la nada y gracias a la ilusión y al entusiasmo que han puesto han logrado sacar adelante a sus empresas incluso en los momentos difíciles, y por otro lado están los empresarios que, aprovechando el boom patrio en el que la economía boyante y el crédito llegaba a ser casi gratis, montaban empresas y vivían bastante bien en un entorno favorable.

Aunque seguramente muchos de ellos trabajaran lo mismo que los otros, los objetivos eran distintos. Mientras unos pensaban en el futuro y en hacer crecer a sus empresas, los otros solo pensaban en vender sus productos y en sacar todo lo que pudieran de su empresa, lo cual es respetable, pero denota una estrechez de miras que al final les ha llevado a muchos de ellos a la quiebra.

Muchos de estos otros empresarios montaron empresas de servicios que, gracias al boom de la construcción y de todo lo que le rodea, vieron como su base de clientes crecían de forma abrupta (e irreal en circunstancias normales) y creyeron que la situación seguiría eternamente.

Una vez la situación se normalizó (e incluso se fue al extremo contrario por sobreoferta), vieron como muchos de sus clientes desaparecían y los que les quedaban bastante tenían con pagar a los empleados que mantenían tras innumerables despidos y sobrevivir como buenamente podían.

Mientras unos hacían crecer a sus empresas y buscaban solidez en los ingresos diversificando sus ingresos en distintos países, otros se quedaban en un mercado local menguante que se les iba haciendo insuficiente para poder competir con otros participantes mejor preparados.

Entre estos dos extremos hay muchos otros casos, como el de los empresarios que habiendo hecho bien las cosas los bancos les han cerrado el grifo y obligado a cerrar, pero creo que las dos fábulas anteriores recogen bien muchos de los casos de las empresas que han sobrevivido, y sobre todo el de las muchas que han desaparecido.

En mi opinión, solo cuando la mayor parte de las pequeñas empresas que se vayan creando lo hagan con la vocación de la “pyme hormiguita” (así empezó Amancio Ortega) veremos un cambio en el panorama económico del país a medio/largo plazo.

Sobran empresas y empresarios que solo piensen en llevarse todo lo que puedan a costa de los clientes, los trabajadores o lo que sea (aunque creen empleo éste es de mala calidad) y faltan empresarios con visión de futuro, que son los que crean empleo del bueno que puede sobrevivir a largo plazo, aunque es difícil en un país donde una gran parte de la gente  ve al empresario solo como al del segundo cuento, olvidándose de que también hay empresarios como los del primer cuento que se juegan su patrimonio para crear empleo y riqueza.

Para terminar, tampoco ayudan en nada los políticos que nos han desgobernado en los últimos cuarenta años (TODOS), más preocupados en recaudar de unos y otros para mantener sus privilegios que en reducir el gasto que nos sobra para fomentar el consumo y el empleo. Una pena.

Publicidad